La silicosis, enfermedad de los obreros de Loma Negra, abordado desde un seminario
Como se vino informando en ediciones pasadas, la semana fue ganando en atención a partir del inicio del histórico juicio por el secuestro y asesinato del abogado Carlos Moreno, que forma parte de un proceso que están llevando adelante los organismos de Derechos Humanos, los familiares y víctimas para llegar a la verdad de lo sucedido a pesar de haber pasado 35 años.
El doctor Moreno fue secuestrado en Olavarría por el aparato represivo del Estado en abril de 1977 y le dieron muerte en mayo del mismo año. En ese marco, Moreno representaba a trabajadores de grandes empresas vinculadas a la minería y a la piedra en Olavarría y era militante de la Juventud Peronista.
Desde la Secretaría de Extensión de la Unicén, a través de la Agencia de Noticias "Comunica" están siguiendo el juicio y, desde allí, también se informó acerca de un seminario a cargo del doctor Marcelo Sarlingo, quien abordó la temática de la silicosis, precisamente la enfermedad que padecían los trabajadores de la cementera y generó la intervención legal del abogado Moreno.
Una enfermedad
“La silicosis es una enfermedad que se conoce desde hace siglos. En América, luego del desarrollo de la minería de la plata y el oro en las zonas andinas y de la brutal explotación de la mano de obra indígena mediante modalidades de producción como la mita y el yanaconazgo, la silicosis directamente se conoció como “enfermedad de los mineros”. Así se la denomina en muchas regiones del mundo, aunque su denominación científica moderna proviene de las clasificaciones de Visconti, médico italiano que documentó enfermedades laborales ya desde 1870”.
El especialista informó que “continúa siendo una enfermedad bastante común en todo el mundo y de impacto grave entre los trabajadores de diversas ramas de la producción industrial, y no sólo en la minería”.
Señaló al respecto que “actividades industriales como la metalurgia, la industria química, producción de cemento, cerámica, marmolería, otras industrias como la producción de piedra ornamental, de pulimentos, de aislantes, y en general el trabajo en la construcción y mampostería, crean ambientes laborales que favorecen la exposición de los trabajadores a la sílice cristalina”.
En rigor, se detalló, se denomina silicosis a la neumoconiosis producida por la inhalación de microscópicas partículas de sílice, las que se depositan en los pulmones y generan reacciones patológicas, siendo la más común la fibrosis nodular. Esta impide a los tejidos afectados desarrollar su función normal, por lo que la zona del pulmón afectada deja de funcionar, dificultándose la respiración y causando daños progresivos, y así hasta que se produce la muerte.
El proceso de deterioro pulmonar progresivo puede durar varios años, ya que las partículas de sílice menores a cinco micrones se van acumulando en forma lenta, pero también hay procesos de exposición intensa en los cuales la enfermedad se manifiesta rápidamente. Lo más frecuente es que los signos y síntomas de la silicosis (disnea agravada por el esfuerzo, tos, fatiga, taquipnea, dolor en el pecho, etc.) aparezcan a los diez años de la exposición continua, aunque la silicosis denominada “acelerada” está relacionada con tiempos mucho menores entre exposición al sílice y aparición de los síntomas.
La problemática laboral
Sarlingo contó que en el campo de la salud obrera, no hay ninguna duda que la silicosis es una enfermedad profesional. Este rótulo significa que el padecimiento adquirido por una persona está en relación directa con el desempeño de actividades determinadas en un puesto de trabajo, actividades realizadas en el marco de un proceso de producción organizado por terceros.
Es decir, la persona enferma por cumplimentar actividades en el marco de una relación laboral. En el caso de la silicosis se consideran de muy poco peso numérico los casos de silicosis ambiental, aunque los efectos de la megaminería están haciendo repensar esta cuestión, ya que los pequeños pueblos contiguos a las explotaciones en gran escala quedan mucho tiempo sumergidos en el polvo en suspensión de las explosiones que se realizan para moler la roca.
El profesional señala que en aquel contexto debe entenderse la problemática laboral de los obreros del cemento hace más de cuarenta años. “La clase obrera demostraba legitimidad incuestionable en sus reclamos, y en el marco del capitalismo paternalista que había organizado las relaciones sociales de producción que llevaron a que las cementeras del Partido de Olavarría fueran las principales productoras a nivel nacional, los padecimientos provocados por las modalidades de explotación iban volviéndose evidentes”.
“En los años ´70 –siguió-, la silicosis estaba clasificada legalmente como enfermedad laboral, pero los casos que la industria del cemento generaba no habían sido documentados. Por lo tanto, lo que se enseñaba en la facultad y en ámbitos académicos sobre esta enfermedad no incluía a los procesos de producción de cemento, y la medicina laboral de aquel entonces no tenía elementos para abordar legalmente la temática”.
En otro párrafo de su exposición, el especialista señaló que “a diferencia de los años `70, nadie se está esforzando por encontrar un modelo epidemiológico que investigue siquiera cómo es la gestión ambiental actual y sus efectos en el medio ambiente local. Es decir, no es sólo la emergencia del riesgo (al convivir las poblaciones con sustancias tóxicas desconocidas y no investigadas) y la aparición de la enfermedad (en trabajadores o en población expuesta a contaminantes) como efecto de la reproducción del capital industrial el núcleo del problema”.
Añadió que “fundamentalmente, otro de los núcleos del problema son los `pactos de silencio´ entre intereses económicos y políticos que nos impiden construir nuestro derecho ciudadano a un ambiente sano, pactos que se reactualizan con cada fase de desarrollo del capital y con cada ciclo de renovación política-dirigencial”.
Por todo esto, el doctor consideró que el compromiso que la Unicén aporta hoy al brindar el escenario para sustanciar el proceso contra el asesinato de Carlos Alberto Moreno “también nos viene a hablar del presente. No es sólo revisar un suceso que ocurrió hace 35 años y que dañó irreversiblemente la vida de personas singulares. Sino que nos posibilita entender aspectos fundantes de los procesos de acumulación que hoy nos hacen ser lo que somos como sociedad”.
Como se vino informando en ediciones pasadas, la semana fue ganando en atención a partir del inicio del histórico juicio por el secuestro y asesinato del abogado Carlos Moreno, que forma parte de un proceso que están llevando adelante los organismos de Derechos Humanos, los familiares y víctimas para llegar a la verdad de lo sucedido a pesar de haber pasado 35 años.
El doctor Moreno fue secuestrado en Olavarría por el aparato represivo del Estado en abril de 1977 y le dieron muerte en mayo del mismo año. En ese marco, Moreno representaba a trabajadores de grandes empresas vinculadas a la minería y a la piedra en Olavarría y era militante de la Juventud Peronista.
Desde la Secretaría de Extensión de la Unicén, a través de la Agencia de Noticias "Comunica" están siguiendo el juicio y, desde allí, también se informó acerca de un seminario a cargo del doctor Marcelo Sarlingo, quien abordó la temática de la silicosis, precisamente la enfermedad que padecían los trabajadores de la cementera y generó la intervención legal del abogado Moreno.
Una enfermedad
“La silicosis es una enfermedad que se conoce desde hace siglos. En América, luego del desarrollo de la minería de la plata y el oro en las zonas andinas y de la brutal explotación de la mano de obra indígena mediante modalidades de producción como la mita y el yanaconazgo, la silicosis directamente se conoció como “enfermedad de los mineros”. Así se la denomina en muchas regiones del mundo, aunque su denominación científica moderna proviene de las clasificaciones de Visconti, médico italiano que documentó enfermedades laborales ya desde 1870”.
El especialista informó que “continúa siendo una enfermedad bastante común en todo el mundo y de impacto grave entre los trabajadores de diversas ramas de la producción industrial, y no sólo en la minería”.
Señaló al respecto que “actividades industriales como la metalurgia, la industria química, producción de cemento, cerámica, marmolería, otras industrias como la producción de piedra ornamental, de pulimentos, de aislantes, y en general el trabajo en la construcción y mampostería, crean ambientes laborales que favorecen la exposición de los trabajadores a la sílice cristalina”.
En rigor, se detalló, se denomina silicosis a la neumoconiosis producida por la inhalación de microscópicas partículas de sílice, las que se depositan en los pulmones y generan reacciones patológicas, siendo la más común la fibrosis nodular. Esta impide a los tejidos afectados desarrollar su función normal, por lo que la zona del pulmón afectada deja de funcionar, dificultándose la respiración y causando daños progresivos, y así hasta que se produce la muerte.
El proceso de deterioro pulmonar progresivo puede durar varios años, ya que las partículas de sílice menores a cinco micrones se van acumulando en forma lenta, pero también hay procesos de exposición intensa en los cuales la enfermedad se manifiesta rápidamente. Lo más frecuente es que los signos y síntomas de la silicosis (disnea agravada por el esfuerzo, tos, fatiga, taquipnea, dolor en el pecho, etc.) aparezcan a los diez años de la exposición continua, aunque la silicosis denominada “acelerada” está relacionada con tiempos mucho menores entre exposición al sílice y aparición de los síntomas.
La problemática laboral
Sarlingo contó que en el campo de la salud obrera, no hay ninguna duda que la silicosis es una enfermedad profesional. Este rótulo significa que el padecimiento adquirido por una persona está en relación directa con el desempeño de actividades determinadas en un puesto de trabajo, actividades realizadas en el marco de un proceso de producción organizado por terceros.
Es decir, la persona enferma por cumplimentar actividades en el marco de una relación laboral. En el caso de la silicosis se consideran de muy poco peso numérico los casos de silicosis ambiental, aunque los efectos de la megaminería están haciendo repensar esta cuestión, ya que los pequeños pueblos contiguos a las explotaciones en gran escala quedan mucho tiempo sumergidos en el polvo en suspensión de las explosiones que se realizan para moler la roca.
El profesional señala que en aquel contexto debe entenderse la problemática laboral de los obreros del cemento hace más de cuarenta años. “La clase obrera demostraba legitimidad incuestionable en sus reclamos, y en el marco del capitalismo paternalista que había organizado las relaciones sociales de producción que llevaron a que las cementeras del Partido de Olavarría fueran las principales productoras a nivel nacional, los padecimientos provocados por las modalidades de explotación iban volviéndose evidentes”.
“En los años ´70 –siguió-, la silicosis estaba clasificada legalmente como enfermedad laboral, pero los casos que la industria del cemento generaba no habían sido documentados. Por lo tanto, lo que se enseñaba en la facultad y en ámbitos académicos sobre esta enfermedad no incluía a los procesos de producción de cemento, y la medicina laboral de aquel entonces no tenía elementos para abordar legalmente la temática”.
En otro párrafo de su exposición, el especialista señaló que “a diferencia de los años `70, nadie se está esforzando por encontrar un modelo epidemiológico que investigue siquiera cómo es la gestión ambiental actual y sus efectos en el medio ambiente local. Es decir, no es sólo la emergencia del riesgo (al convivir las poblaciones con sustancias tóxicas desconocidas y no investigadas) y la aparición de la enfermedad (en trabajadores o en población expuesta a contaminantes) como efecto de la reproducción del capital industrial el núcleo del problema”.
Añadió que “fundamentalmente, otro de los núcleos del problema son los `pactos de silencio´ entre intereses económicos y políticos que nos impiden construir nuestro derecho ciudadano a un ambiente sano, pactos que se reactualizan con cada fase de desarrollo del capital y con cada ciclo de renovación política-dirigencial”.
Por todo esto, el doctor consideró que el compromiso que la Unicén aporta hoy al brindar el escenario para sustanciar el proceso contra el asesinato de Carlos Alberto Moreno “también nos viene a hablar del presente. No es sólo revisar un suceso que ocurrió hace 35 años y que dañó irreversiblemente la vida de personas singulares. Sino que nos posibilita entender aspectos fundantes de los procesos de acumulación que hoy nos hacen ser lo que somos como sociedad”.
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