martes, 21 de febrero de 2012

Nuevos testimonios sumaron a la acusación de la relación de Emilio Méndez con los militares

En el cuarto capítulo del juicio oral y público por el secuestro y asesinato del abogado Carlos Moreno en el 77 se sumaron nuevos testimonios que ayudaron a la hipótesis fiscal para hilvanar la relación entre Emilio Méndez y los militares. Contundentes relatos sobre la impunidad con que se buscó tapar el asesinato del letrado laboralista.
 
Ayer se sumaron nuevos testimonios en el juicio por el secuestro y asesinato del abogado laboralista Carlos Moreno, quienes a sus modos y sus formas aportaron más elementos que dejan sentado cómo funcionó el circuito represivo de la dictadura y cómo actuó cuando se emplazó en la chacra de los Méndez hasta la muerte del letrado olavarriense.
Fueron seis los vecinos que desde las 8.30 hasta pasadas las 15 desfilaron frente el Tribunal Federal, testimonios con los que la fiscalía buscó sumar más elementos para acreditar dónde murió Moreno, mientras que desde la querella intentó encontrar lazos que unan la relación cívico militar. Más precisamente la de los militares y los Méndez.
Con la ausencia acordada de Tommasi y Pappalardo, los imputados volvieron a ubicarse detrás de sus defensores bajo una estricta custodia. A escasos metros, nuevamente –como a lo largo de todas las audiencias- el público colmó la sala del Aula Magna que resultó escenario ya de novedades varias a pesar de que se está ventilando un caso ocurrido hace 35 años.
 
Testigos de la impunidad
 
Dentro de cómo funcionaron las anomalías y falta de garantías varias que se vivían por aquellos años, comparecieron dos hermanos hoy entrados en canas, pero que por esos días eran jóvenes y que fueron testigos de la impunidad con que se manejaban.
Luis Horacio Landaburu estaba junto a su hermano Carlos, quienes se encontraban en un kiosco de 9 de Julio y Pinto alrededor de la medianoche, cuando aparece un patrullero, un Ford Falcon con policías, quienes los llevaron como testigos para realizar una inspección ocular en la casa de la quinta de los Méndez, inspección que una vez detallado de que se trató la recorrida no fue más que una parodia al decir de los propios testigos.
El auto en el cual eran llevados sería a los pocos metros secundado por otro vehículo, en el que lograron divisar que había efectivos militares, portando armas largas que una vez arribados al lugar hicieron las veces de guardia en la zona.
Los Landaburu ingresaron entonces a la casa y los hicieron dirigir a una de las habitaciones. Uno de los oficiales los hizo “observar” con una linterna el cuarto y sin más los trasladaron hacia la comisaría Primera.
Sobre lo que los hermanos recuerdan de lo que vieron, se detalló sobre manchas de sangre en las paredes, manchas que asimilaban ser de manos apoyadas sobre dicha superficie. Algún colchón dado vuelta y no mucho más.
Lo llamativo fue que una vez en la dependencia policial le redactaron una declaración que nunca leyeron (“en esos tiempos no había opción, o firmabas o firmabas”, supo graficar Luis) la cual reseñaba que no habían visto nada anormal en el lugar.
Otro dato que interesó a la acusación, fue cuando Carlos Landaburu tras coincidir con el relato de su hermano añadió que recordaba que en medio del procedimiento que se hizo en la comisaría había un hombre de civil con gesto adusto, preocupado, dejando entrever según su descripción que pudo haber sido Emilio Méndez.
Es más, entre las firmas de las declaraciones inventadas por la policía, hay una aclaración que reza el nombre E. Méndez.
 
Bassi y los ex intendentes
 
Luego se sucedería el testimonio de Estela Maris Bassi, quien libro en mano en el que precisamente contó sobre la historia de los desparecidos en Tandil y la zona, quiso aportar desde su información a la causa que aquí se ventilaba en torno a la muerte de Moreno.
Si bien en varios párrafos de su relato se desvió hacia una sórdida trama mucho más general y abarcativa de víctimas y victimarios de aquel circuito represivo, quien fuera trabajadora social por aquellos tiempos y militara en la faz gremial hasta ubicarse dentro de las agrupaciones de Derechos Humanos, ratificó lo que oportunamente había volcado al expediente, como así también a su libro Piedra que late, de reciente presentación.
La mujer reseñó que en una oportunidad que ella militaba ya para la Cta, sería visitada por el teniente Fermín Lazarte, conocido de su padre que vendía seguros y ya había fallecido. Como conocido de su padre, entonces, fue a su casa para advertirle que él trabajaba para la Side y que sabía que “Ojeda estaba tras de ella por lo que se dejara de joder con esos zurdos”.
Luego relataría su relación con Petronila Posal, que era la casera del Club Los Cardos y quien le relataría sobre aquellas noches de gritos de socorro, de dolor, de disparos y militares que veía a metros de su lugar, en la quinta de los Méndez. En una de sus conversaciones, la mujer le aseveró que vio cómo habían ejecutado a dos personas, entre ellas se cree que a Moreno.
Bassi la acompañaría luego a realizar la denuncia frente a la Conadep cuando estuvo en la ciudad precisamente recopilando información, testimonios de aquel horror en Tandil.
También la declarante reseñaría minuciosamente lo conversado por quien fue un testimonio clave en el caso, Marcovechio, quien junto a María Bulfoni resultaron fundamentales a la hora de contar lo que vieron con el abogado como denunciarlo en la comisaría.
La mujer refrendaría lo oportunamente expresado, aquello que Marchioni tenía miedo para atestiguar –de hecho no lo hizo luego cuando fue citado- frente a la amenaza que había recibido. La amenaza en cuestión versó sobre la cita que un día antes a prestar declaración lo hizo el militar Mur a su casa del Barrio Falucho, donde lo esperaban también el interventor militar y luego intendente Julio José Zanatelli y Emilio Méndez, quienes le sugirieron no hablar de lo que había visto o corría riesgo de vida junto a su familia. Bassi dijo también que Marchioni le dijo que le mostraron la foto de Gino Pizzorno, quien lo describieron como otro que había estudiado junto a Moreno en La Plata y que iba a correr con la misma suerte. Pizzorno –que estaba en la sala como público- por aquellos días se iría del país a radicarse en Canadá.
 
Emilio Méndez
 
En su extenso repertorio, Bassi no dejaría de tratar de definir la influencia, las relaciones sociales y económicas que tenía Emilio Méndez en la ciudad. Incluso refirió a cuando fue parte del directorio de la Usina y colocó en su cuenta personal parte de los fondos de la empresa de economía mixta.
A preguntas de la defensa de los acusados qué elementos de prueba tenía para afirmar lo que decía, si le constaba lo que estaba expresando, la mujer se limitó a expresar que sus conocimientos venían de boca de terceros, por lo que se hablaba en la ciudad.
Cerraría el defensor preguntándole sobre una relación personal que había mantenido con el mismísimo Méndez, a lo que Bassi asintió, sin que el presidente del Tribunal Falcone dejara de intervenir para preguntarle si dicha relación no alteraba su juramento de decir verdad, a lo que la mujer aseveró hablar con verdad.
Con el comparendo de tres testimonios más (ver aparte) cerraría el cuarto capítulo de un juicio que sigue generando la atención ciudadana, a partir de la reseña histórica de lo que pasó en la ciudad y la escalofriante historia del abogado Moreno, como así también las consecuencias que en la actualidad sorprenden, con nuevos detenidos, presuntas amenazas e incomodidades de ayer y de hoy. El próximo jueves, al mediodía, se añadirán más testimonios, más historias de un pasado que sigue marcando el presente.*

 Otro testimonio del horror
 
Ayer también pasó por la sala de audiencias Daniel Angel Posal, quien por aquellos años estudiaba en Buenos Aires pero cada quince días venía a visitar a sus padres, caseros del Club Los Cardos.
Posal reseñaría sobre los comentarios que su madre refería sobre lo que ocurría en la chacra de los Méndez, a quien dijo que él recordaba haberlos visto en el lugar en algunas oportunidades.
También se le refrescaría la memoria leyéndole lo que en el 86 había expresado sobre lo que observó en el lugar con el movimiento de militares, lectura que refrendó ahora frente a los jueces.
También contaría sobre su visita junto a su madre y hermana una vez disipada la presencia de los uniformados a la casa, donde vio las camas, los cables, las gasas con manchas de sangre. Es más, admitió que el juntó algo de eso. Unos anteojos, unas gasas y un papel que tenía un número de teléfono y las escondió.*

 La intervención de los abogados
 
Cerrando la nueva audiencia, llegaría el turno de dos reconocidos abogados tandilenses que oportunamente intervinieron en el caso por circunstancias diversas, como fueron el doctor Osvaldo Gutiérrez y Juan Mario Pedersoli.
Primeramente Gutiérrez sería el que recordara con nitidez que por casualidad estaba realizando un trámite en la Seccional Primera cuando se topa con Valentín Bulfoni, quien justamente estaba presentando una denuncia por lo ocurrido con un abogado de apellido Moreno.
Frente a lo expuesto, Gutiérrez pidió una entrevista con el entonces comisario Menéndez, quien al ser consultado cerró con llave su oficina y le informó que sí, efectivamente algo había pasado. Incluso le hizo un gesto con sus manos elocuente como que algo raro había pasado con Moreno, pero que estaba a cargo fuerzas superiores, por el Ejército.
Gutiérrez, quien destacó el “gesto” del comisario por informarlo sobre lo ocurrido llamó de inmediato al Colegio de Abogados de Azul avisando sobre noticias de Moreno.
Ya en tiempos de democracia, como concejal, relataría luego su intervención en la Comisión de Derechos Humanos formada para la ocasión, desde donde atendieron muchos testimonios sobre lo que había ocurrido por aquellos años, y no sólo por el caso Moreno. Así, visitarían luego La Huerta, el Iser y el cementerio, en búsqueda de información que sirviera para empezar a esclarecer lo que había ocurrido en aquellos años de plomo.
Juan Mario Pedersoli sería también quien refrendaría lo expuesto por su colega. Recordando que cuando se anoticiaron del caso Moreno fueron a consultar al en su momento jefe del Ejército, aunque no tuvieron suerte alguna. También luego formaría parte de la comitiva que junto al juez Pagliere allanarían la comisaría en busca de pistas sobre el paradero del abogado olavarriense.*

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