La viuda, hermanos e hijos del asesinado Carlos Moreno dejaron sus estremecedores relatos cargados de dolor, frente a lo que fue la desaparición y muerte en Tandil. Supieron retratar la vida de un hombre afable, comprometido, que eligió trabajar en defensa de los más humildes.
La segunda jornada de la audiencia oral y pública en el Aula Magna de la Unicen en la que se juzga la responsabilidad penal de los tres militares y dos civiles por el asesinato del abogado laboralista olavarriense Carlos Alberto Moreno, estuvo signada por otro humor. Ya no tanta ansiedad y la adrenalina de ver los rostros de los acusados como la de participar de esta única, histórica, instancia judicial, sino que ahora los ánimos parecieron marcados por la emotividad, la conmoción de escuchar en vivo y en directo lo que padecieron aquellos cercanos a la víctima.
La mujer Susana Lofeudo primero, el hermano Héctor después, los dos hijos Martín y Matías y la hermana Margarita de la víctima, ya por la tarde, serían los protagonistas exclusivos del nuevo capítulo cargado de emoción, de dolor, pero de la firmeza de haber arribado al tiempo de la reparación, de la justicia.
Así lo vivirían no sólo ellos desde su relato frente a los jueces y ante la mirada atenta de los tres acusados que quedaron en el recinto (Tomasi y Pappalardo pidieron no estar en la sala por razones de salud), sino el público que se acreditó para presenciar la nueva instancia, una vez más ocupando todos los espacios disponibles por el mismísimo Tribunal.
Una mujer y sus circunstancias
La mañana de juicio comenzó con el comparendo de Susana Lofeudo, quien apenas salida de los veinte años se unía en amor y matrimonio con Carlos Moreno, quienes decidieron hacer su proyecto familiar en la ciudad natal de él y comenzar una vida austera, con lo justo y necesario para emprender una vida juntos, pero que sería truncada por la violenta historia conocida.
Precisamente la mujer, a lo largo de su conmovedor relato de vida, se detuvo a precisar sobre las últimas horas de Moreno junto a ella, para luego ser raptado por desconocidos en un auto color naranja y una patente que bien un testigo que justo pasaba por el lugar en bicicleta supo guardar. Elemento, prueba, fundamental para hilvanar lo que iba a resultar la espeluznante madeja que conjugó este caso.
Desde allí, recordaría las peripecias para saber del paradero de su esposo, de su valentía para enfrentarse al teniente Verdura (vecino de ellos), como hasta llegar a los mismísimos general Ramón Camps y el ex policía Miguel Osvaldo Etchecolatz.
Entre recuerdo y recuerdo, Susana mezclaría las precisiones que hacen al interés a la causa como sus reflexiones para entender lo inexplicable. “Es imposible saber el daño que nos hicieron, les preguntaría a ellos por qué. Claro –se respondió así misma- era más barato matarlo a él que gastar en la salud de los trabajares”. Moreno, precisamente estaba investigando la incidencia de la salud de los obreros de Loma Negra a partir de la propia actividad que allí desplegaban.
Reseñó que a otro abogado ya lo habían secuestrado y después liberado a lo que ella le dijo porqué no se alejaba un poco de la militancia y la especialidad por la cual se había recibido como letrado. El le respondería tajante: “Yo no hago nada. Solo defiendo a los trabajadores”.
Tal vez el momento de mayor trascendencia para la causa importancia fue precisamente ese relato sobre la noche del 29 de abril del 77, cuando secuestraron a su esposo.
Moreno dejó su casa para hacer unas diligencias, pero al ver que no volvía a su casa Susana comenzó a buscarlo en el vecindario, en la casa de amigos y familiares. Uno de los lugares que visitó fue la casa del Teniente Coronel Ignacio Aníbal Verdura quien dijo no saber nada de lo que sucedía. Días más tarde la señora de Moreno fue desalojada de su casa junto a su hijo Martín por un grupo de militares que respondían a las órdenes del mismo Verdura.
Luego llegaría la noticia de la muerte escuchada desde el informativo de Radio Colonia, comunicando que el subversivo “Beto” Moreno había sido abatido en la ciudad de Tandil, cerca de la chacra de la familia Méndez en una persecución.
El relato continuó con un aporte importante al interés de la fiscalía, cuando detalló sobre el hallazgo del cuerpo de Moreno, cuando otra vez Verdura le daba cuenta sobre el paradero.
Finalmente fue concedido el día 23 de mayo de 1977, en la morgue judicial de la Jefatura Departamental de La Plata, a condición de que no fuera enterrado en Olavarría. Su cuñado Héctor Moreno, hermano mayor de Carlos, fue quien la acompañó a recibir el cuerpo.
El orgullo de los Moreno
Luego vendría el turno del testimonio del hermano de Moreno, Héctor, quien a sus formas y sus modos reafirmó los dichos de su nuera en cuanto al estado en que encontró el cuerpo. Un cadáver con múltiples heridas en el rostro y el resto del cuerpo, junto a los dos orificios de bala ubicados en el pecho.
También el hermano mayor recordaría la vocación de Carlos a la hora de atender las demandas laborales de los más humildes, porque así se lo había propuesto, siempre recordando de su origen humilde y la figura paterna, un trabajador del volante.
También Héctor se preguntó por aquellos años por qué, una pregunta que tampoco ayer ni hoy tendría su respuesta. No obvió ahondar en el sufrimiento de toda la familia tras el luctuoso final de su hermano que, de alguna manera fue apagando la vida de ellos también, fundamentalmente la de sus padres a pura tristeza y desolación.
Bajo ese halo de emoción, pasarían por el recinto también los hijos Martín y Matías, quienes sólo tienen la reseña de quién su padre y la convicción política, ideológica, de por qué pasó lo que pasó.
Además de lo que hizo al relato mismo de lo que fueron reconstruyendo como historia de la muerte de su padre, no dejaron nunca de expresar sobre el dolor de crecer sin un padre y de los padecimientos de los días posteriores, cuando niños, adolescentes y jóvenes, fueron señalados como el hijo del subversivo, tal se lo hizo notar su maestra de tercer grado y por eso lo mandaba último en el salón junto a un compañero cargado de la misma historia.
Martín recordaría también cuando ya militante de Hijos, vendría a la ciudad en el 2001 para realizarle el recordado escrache a la casa de Emilio Méndez, donde fue luego “secundado” por la policía hasta que dejó la cuidad.
Margarita Moreno, a su turno, también realizaría un abarcativo retrato, pintura de la figura de su hermano, generando más emotividad aún en todos los presentes.
Cerraba así entonces, el segundo capítulo de una historia que comenzó hace 35 años y ahora quiere cerrarse, al menos en lo que hace a responsabilidades directas, a sabiendas que la querella querrá ir por nuevos zagas, que hacen a otras complicidades más allá de los cinco que ahora siguen presos las instancias de un juicio histórico en Tandil.
DECLARACIONES TRAS LA SEGUNDA JORNADA DEL JUICIO
“Fue muy fuerte escuchar a los testigos rescatar la figura de Moreno”
Finalizo esta tarde la segunda jornada del juicio iniciado ayer en el Aula Magna de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires por el homicidio del abogado laboralista olavarriense Carlos Alberto Moreno.
Petra Marzoca ofreció un resumen de las declaraciones que familiares de Moreno efectuaron en la audiencia “fue muy fuerte porque rescataron la figura del Dr. Moreno desde su hombría, generosidad y resaltando su convicción de trabajar en defensa de los que menos pudieran acudir a los servicios de un abogado”.
Marzoca destacó la valentía de cada uno de los testigos que recordaron a Moreno desde diferentes lugares “su mujer desde el amor, acompañamiento y desde la valentía de encarar la vida a sus 27 años con dos chiquitos sola sin trabajo, habiendo perdido todo”.
En tanto que sobre la declaración de sus hijos sostuvo “cada uno de un lado distinto, Matías desde la militancia pudo reparar y armar la figura de su padre, Martin marcando la carencia de un padre que la gente no lo entiende porque a estos salvajes se les ocurre que había que exterminar a alguien por sus convicciones”.
La segunda jornada de la audiencia oral y pública en el Aula Magna de la Unicen en la que se juzga la responsabilidad penal de los tres militares y dos civiles por el asesinato del abogado laboralista olavarriense Carlos Alberto Moreno, estuvo signada por otro humor. Ya no tanta ansiedad y la adrenalina de ver los rostros de los acusados como la de participar de esta única, histórica, instancia judicial, sino que ahora los ánimos parecieron marcados por la emotividad, la conmoción de escuchar en vivo y en directo lo que padecieron aquellos cercanos a la víctima.
La mujer Susana Lofeudo primero, el hermano Héctor después, los dos hijos Martín y Matías y la hermana Margarita de la víctima, ya por la tarde, serían los protagonistas exclusivos del nuevo capítulo cargado de emoción, de dolor, pero de la firmeza de haber arribado al tiempo de la reparación, de la justicia.
Así lo vivirían no sólo ellos desde su relato frente a los jueces y ante la mirada atenta de los tres acusados que quedaron en el recinto (Tomasi y Pappalardo pidieron no estar en la sala por razones de salud), sino el público que se acreditó para presenciar la nueva instancia, una vez más ocupando todos los espacios disponibles por el mismísimo Tribunal.
Una mujer y sus circunstancias
La mañana de juicio comenzó con el comparendo de Susana Lofeudo, quien apenas salida de los veinte años se unía en amor y matrimonio con Carlos Moreno, quienes decidieron hacer su proyecto familiar en la ciudad natal de él y comenzar una vida austera, con lo justo y necesario para emprender una vida juntos, pero que sería truncada por la violenta historia conocida.
Precisamente la mujer, a lo largo de su conmovedor relato de vida, se detuvo a precisar sobre las últimas horas de Moreno junto a ella, para luego ser raptado por desconocidos en un auto color naranja y una patente que bien un testigo que justo pasaba por el lugar en bicicleta supo guardar. Elemento, prueba, fundamental para hilvanar lo que iba a resultar la espeluznante madeja que conjugó este caso.
Desde allí, recordaría las peripecias para saber del paradero de su esposo, de su valentía para enfrentarse al teniente Verdura (vecino de ellos), como hasta llegar a los mismísimos general Ramón Camps y el ex policía Miguel Osvaldo Etchecolatz.
Entre recuerdo y recuerdo, Susana mezclaría las precisiones que hacen al interés a la causa como sus reflexiones para entender lo inexplicable. “Es imposible saber el daño que nos hicieron, les preguntaría a ellos por qué. Claro –se respondió así misma- era más barato matarlo a él que gastar en la salud de los trabajares”. Moreno, precisamente estaba investigando la incidencia de la salud de los obreros de Loma Negra a partir de la propia actividad que allí desplegaban.
Reseñó que a otro abogado ya lo habían secuestrado y después liberado a lo que ella le dijo porqué no se alejaba un poco de la militancia y la especialidad por la cual se había recibido como letrado. El le respondería tajante: “Yo no hago nada. Solo defiendo a los trabajadores”.
Tal vez el momento de mayor trascendencia para la causa importancia fue precisamente ese relato sobre la noche del 29 de abril del 77, cuando secuestraron a su esposo.
Moreno dejó su casa para hacer unas diligencias, pero al ver que no volvía a su casa Susana comenzó a buscarlo en el vecindario, en la casa de amigos y familiares. Uno de los lugares que visitó fue la casa del Teniente Coronel Ignacio Aníbal Verdura quien dijo no saber nada de lo que sucedía. Días más tarde la señora de Moreno fue desalojada de su casa junto a su hijo Martín por un grupo de militares que respondían a las órdenes del mismo Verdura.
Luego llegaría la noticia de la muerte escuchada desde el informativo de Radio Colonia, comunicando que el subversivo “Beto” Moreno había sido abatido en la ciudad de Tandil, cerca de la chacra de la familia Méndez en una persecución.
El relato continuó con un aporte importante al interés de la fiscalía, cuando detalló sobre el hallazgo del cuerpo de Moreno, cuando otra vez Verdura le daba cuenta sobre el paradero.
Finalmente fue concedido el día 23 de mayo de 1977, en la morgue judicial de la Jefatura Departamental de La Plata, a condición de que no fuera enterrado en Olavarría. Su cuñado Héctor Moreno, hermano mayor de Carlos, fue quien la acompañó a recibir el cuerpo.
El orgullo de los Moreno
Luego vendría el turno del testimonio del hermano de Moreno, Héctor, quien a sus formas y sus modos reafirmó los dichos de su nuera en cuanto al estado en que encontró el cuerpo. Un cadáver con múltiples heridas en el rostro y el resto del cuerpo, junto a los dos orificios de bala ubicados en el pecho.
También el hermano mayor recordaría la vocación de Carlos a la hora de atender las demandas laborales de los más humildes, porque así se lo había propuesto, siempre recordando de su origen humilde y la figura paterna, un trabajador del volante.
También Héctor se preguntó por aquellos años por qué, una pregunta que tampoco ayer ni hoy tendría su respuesta. No obvió ahondar en el sufrimiento de toda la familia tras el luctuoso final de su hermano que, de alguna manera fue apagando la vida de ellos también, fundamentalmente la de sus padres a pura tristeza y desolación.
Bajo ese halo de emoción, pasarían por el recinto también los hijos Martín y Matías, quienes sólo tienen la reseña de quién su padre y la convicción política, ideológica, de por qué pasó lo que pasó.
Además de lo que hizo al relato mismo de lo que fueron reconstruyendo como historia de la muerte de su padre, no dejaron nunca de expresar sobre el dolor de crecer sin un padre y de los padecimientos de los días posteriores, cuando niños, adolescentes y jóvenes, fueron señalados como el hijo del subversivo, tal se lo hizo notar su maestra de tercer grado y por eso lo mandaba último en el salón junto a un compañero cargado de la misma historia.
Martín recordaría también cuando ya militante de Hijos, vendría a la ciudad en el 2001 para realizarle el recordado escrache a la casa de Emilio Méndez, donde fue luego “secundado” por la policía hasta que dejó la cuidad.
Margarita Moreno, a su turno, también realizaría un abarcativo retrato, pintura de la figura de su hermano, generando más emotividad aún en todos los presentes.
Cerraba así entonces, el segundo capítulo de una historia que comenzó hace 35 años y ahora quiere cerrarse, al menos en lo que hace a responsabilidades directas, a sabiendas que la querella querrá ir por nuevos zagas, que hacen a otras complicidades más allá de los cinco que ahora siguen presos las instancias de un juicio histórico en Tandil.
DECLARACIONES TRAS LA SEGUNDA JORNADA DEL JUICIO
“Fue muy fuerte escuchar a los testigos rescatar la figura de Moreno”
Finalizo esta tarde la segunda jornada del juicio iniciado ayer en el Aula Magna de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires por el homicidio del abogado laboralista olavarriense Carlos Alberto Moreno.
Petra Marzoca ofreció un resumen de las declaraciones que familiares de Moreno efectuaron en la audiencia “fue muy fuerte porque rescataron la figura del Dr. Moreno desde su hombría, generosidad y resaltando su convicción de trabajar en defensa de los que menos pudieran acudir a los servicios de un abogado”.
Marzoca destacó la valentía de cada uno de los testigos que recordaron a Moreno desde diferentes lugares “su mujer desde el amor, acompañamiento y desde la valentía de encarar la vida a sus 27 años con dos chiquitos sola sin trabajo, habiendo perdido todo”.
En tanto que sobre la declaración de sus hijos sostuvo “cada uno de un lado distinto, Matías desde la militancia pudo reparar y armar la figura de su padre, Martin marcando la carencia de un padre que la gente no lo entiende porque a estos salvajes se les ocurre que había que exterminar a alguien por sus convicciones”.
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